Inicio > Noticias > Ganadora 1º Premio Extraordinario. Andalucía. Alumna: C.A.G

Igualdad de Género

Primer premio y premio extraordinario de la segunda edición del Concurso de Redacción sobre Igualdad de Género, 2011-2012; celebrado en el Parque de las Ciencias de Granada el 16 de marzo de 2012,

Cuando somos pequeños nos encanta jugar, decir que somos princesas, atacar a nuestros padres con pequeñas pistolas de plástico, gritar por toda la casa, caer rendidos en la cama y soñar con mil y una historias.

En realidad, y sin darnos cuenta, hacemos esto durante toda nuestra vida, o al menos lo intentamos: nos divertimos, tenemos objetivos que alcanzar, aunque no sean los de ser princesas; luchamos por lo que queremos y siempre pensamos que, cuando el día termine, un cálido lugar en el mundo llamado hogar estará ahí para acogernos, para hacernos sentir seguros y queridos.

Somos personas. Somos cientos, miles, millones de manos las que hacemos que el planeta gire, somos miles de corazones los que hacemos que las películas nos hagan llorar, millones de almas gemelas que buscamos como locos un amor al que aferrarnos y, a veces damos con la tecla. ¿Por qué decirme qué debo hacer con mi vida si ya he soñado con mi futuro? ¿Por qué cortarle las alas a mi libertad de expresión si necesito decirle algo al mundo? ¿Acaso no somos todos personas con un mismo cerebro y un mismo corazón? ¿Acaso no somos importantes hombre y mujeres?

A veces mis ojos se han entristecido por conocer la realidad de alguna cultura o de algún tiempo que nunca viví; ver caras tristes porque algún día les dijeron que debían vivir de una manera que ellos nunca habían siquiera imaginado.

Ver niños sentados en una esquina porque la sociedad los ahoga, ver mujeres cuyos cabellos nunca han visto el Sol, caminar por pueblos donde aún no han oído la noticia de que todos somos los pequeños componentes de este lugar llamado mundo. Necesitamos gritar que podemos con aquello que nos propongamos, da igual si somos hombres o mujeres, da igual.

Es verdad que por el hecho de ser mujeres u hombres podamos hacer ciertas cosas, podamos ver el mundo de una manera y otra. Pero, ¿quién estableció en algún momento de la historia que nos serían mejores que otros? ¿Acaso no nos necesitamos mutuamente para completar nuestras propias aventuras?

Tratamos de ver la vida como si viésemos Maniatan desde el cielo, con sus calles alineadas, nítidas y perfectas; pero de lo que no nos damos cuenta es de que, desde el suelo, las calles son ruidosas, están abarrotadas de gente y no existe la perfección; por ello, si todo lo que creemos ver perfecto es tan complicado, ¿para qué complicarlo más con diferencias entre hombres y mujeres?

Ya tenemos nuestras historias, nuestros problemas personales y nuestros días negros, además tenemos que soportar que una sociedad nos dibuje el camino que debemos seguir por ser lo que somos.

Con el paso de los años, me doy cuenta de que la historia va cambiando, ya no son tantos los cabellos ocultos al Sol, ni los niños tristes en las esquinas, ni las personas infelices por no haber sido lo que de pequeños soñaron ser, hoy no es eso lo que veo. Hoy las personas han aprendido a olvidar o, al menos, están en ello. A nadie le parece extraño ver a una mujer en un quirófano o a un hombre cuidando de sus hijos. A una madre soltera que puede comerse el mundo por darle una vida mejor a su hijo, o a un hombre que decide que otro hombre es su mitad perfecta…

No es tan complicado como parece, no es tan complicado levantarse un día de la cama y decir “¿quién fue el idiota que hizo que tantas personas vivieran infelices?” Porque la vida se compone de momentos y no de diferencias que nos hacen llorar. Contarle a nuestros hijos historias que quieran oir y no historias que nosotros queramos leerles. Decidir es muy importante. A mí me dieron la oportunidad de hacerlo, soy feliz y lo soy aún más pensando que cuando salga a la calle, con el tiempo, la gente habrá olvidado eso de “la diferencia de género”; habrá olvidado por qué una vez se planteó la ilógica explicación de que ella debía cuidar de sus hijos y cocinar y él debía trabajar “como un mulo” para alimentar a su familia; se habrá olvidado el por qué y sólo quedarán las personas, personas como tú y como yo, personas con un futuro, personas con una historia que escribir…

 

Claudia Aguilar Gómez

alumna de 4º de ESO, grupo D

IES Torre del Tajo, Barbate (Cádiz)